Isa Maturana
¿Kenia?
Updated: Jan 24
Cuando dije que quería venir a Kenia muchos me preguntaron ¿Y a qué?, ¿Por qué?,¿África? ¿Sola? Me respondían eufóricos ¡Pero si hay tantos otros lugares en el mundo!
Como si yo hubiese perdido la cabeza. Como si este viaje fuera una locura de la que si o si me iba a arrepentir.
Lo que pocos entendían era que África era el continente de mis sueños, mi razón de despertarme todas las mañanas a trabajar. Era algo que siempre había estado en mi cabeza.
Y aunque más de una vez fue un sueño que traté de esquivar, justo cuando ya casi desaparecía, volvía a re aparecer y mis ganas por viajar eran todavía más grandes. Tan grandes que estaba dispuesta a las 9 vacunas, la millonada del pasaje, el riesgo de la malaria, y la incomodidad de viajar sin conocer a nadie al otro lado del mundo.
Estando aquí sé que la mejor decisión que he tomado en mi vida ha sido pescar los dos aviones que me dejaron en Nairobi, a pesar de que fueron las horas de incertidumbre y nervio más intensas que he tenido en mi vida.
No sabía cómo imaginarme las cosas. Y quizás no me hice expectativas de nada. Yo tenía una sola misión: entregar amor. Quería abrazar, contener, estar. Sentir el ritmo de la vida. Y acompañarme a mi misma en esta nueva aventura, que de seguro traería mucho aprendizaje pero también más de una pena.

En Kenia he podido ver cómo el hecho de decirles a los niños que sueñen, que pueden ser lo que ellos quieran les cambia la cara. Les he enseñado a usar mi cámara de fotos, y he escuchado sus risas nerviosas al escuchar el clic del obturador. Hoy estoy segura de que en el día a día podemos cambiar vidas con pequeños pero poderosos actos de amor, estar en Kenia siendo blanca ya es un impacto, porque muchos de los niños que me topo en la calle nunca han visto a alguien de nuestro color, eso les amplia el mundo. Cuando camino los niños se me acercan incrédulos, me tocan las manos y el pelo, algunos saltan de felicidad, veo sus dientes relucir. En la moto voy saludando a todos, mientras escucho a la gente gritando "Muzuuuuunguuuu".

Acá siento tanto que paso el día escribiendo, hay muchas cosas que todavía quiero procesar bien para compartirlas. Quién sabe quizás algún día las recopilo todas y hago un libro.
La semana pasada fuimos a un orfanato de niños. Yo me enamoré de uno, me lo quería traer a Chile. Al principio era tan tímido, y después se acurrucaba en mi chaleco, como si eso lo tranquilizara. Lloré todo el bus de vuelta.
Me da mucha pena que no exista una cultura de ayudar a otros. Que sea raro hacer un voluntariado.
Espero también perderle la vergüenza a publicar mis sentimientos en un lugar publico como este.