lo que el día traiga

Ayer iba saliendo de una tienda y en la calle de espalda veo a un señor de unos 80 y tantos años intentando sacar un pañuelito. Tenía parkinson. Es impresionante que algo tan simple para unos pueda ser todo un desafío para otros.

Lo primero que pensé fue en acercarme a ayudarlo, estaba caminando en dirección hacia él cuando apareció una vergüenza injustificada, una vocecita en mi cabeza me dijo “quizás se va a sentir mal si le ofrecen ayuda”. Y entonces decidí que lo mejor sería seguir con mi camino. Pero al pasar justo a su lado, entró esa parte espontánea que ni yo misma manejo, y sin darme cuenta ya estaba parada al frente de él. Lo miré a los ojos, podría haber sido mi abuelo o el de una amiga.

- ¿Le ayudo?, le pregunté.

- Por favor, me contestó.

Nos sonreímos. Le entregué su pañuelito en la mano.

Me agradeció mucho. Nos volvimos a sonreír y seguí mi camino.

Se me llenaron los ojos de lágrimas. Me dio pena por todas las veces que por vergüenza he dejado de ofrecer ayuda. Me dio un poco de rabia esa vocecita que de vez en cuando ataca mi cabeza. Me cuestioné de dónde sale esa vergüenza. Me obligué a exponerme más, a estar más dispuesta a que me digan que no. Porque creo que justo de ahí viene la vocecita, del miedo al rechazo.

Esto fue ayer, y recién hoy cuando salí a trotar pensé en toda la situación. Creo que se nos pasan las cosas lindas del día porque estamos apurados y no las valoramos.

En este mismo trote donde pienso muchas cosas, repito mantras y pido cosas bonitas al universo (literal), vi a un señor que vendía flores, crucé la calle para pedirle consejos, “necesito ayuda, se me mueren todas las plantas” le dije mirando sus flores. Se rió “es lo más sincero que me han dicho hoy”. Danilo ya no es solo un hombre que vende flores a un par de calles de la mía, ahora es Danilo y eso para mi ya es hacer un día distinto, un detalle chiquitito pero valioso para mi.

Supongo que la vida es estos pequeños gestos, encuentros, conversaciones, sonrisas y actos. Es preguntarle el nombre a la persona que te está atendiendo y explayarse en una conversación con un desconocido. Es frenar tu paso rápido por cooperar y hacer más agradable el día de otro.

La vida es hoy, con lo que el día trajo. El día a día se hace más gratificante cuando somos capaces de reconocer estos pequeños detalles que convierten nuestra vida en algo bonito y distinto todos los días.

¿La serendipia? todo. Pero destaco el hecho de que estas pequeñas cosas me han hecho volver a escribir.